viernes, 10 de abril de 2009

Que no, que no

¡No, no, no! ¡A todo, no!
Natan



La negatividad subsiste entre nosotros como una actitud arraigada en la crítica pero denostada por sus innegables daños para la afectividad del individuo. El negador es confundido a menudo con el amargado, y ciertamente, a menudo, el negador es un amargado. Confrontado con el todo y sufriendo en carne el nihilismo contemporáneo ("el todo es lo no verdadero", dirá Adorno), el negador siente la violencia que el todo ejerce sobre la realidad y sobre su propio cuerpo pensante y se da a la batalla y al progresivo desgaste emocional a tumba abierta, mientras el cuerpo aguanta. Porque frente a la violencia del todo que le circunda, el negador opone la violencia de su propia razón dejando en medio al cuerpo, que queda así aplastado entre las dos fuerzas en litigio.

La negación requiere de una instancia trascendente en la medida en que necesita salir de lo dado hacia un territorio libre desde el cual elaborar la crítica. Este territorio no está condicionado por las premisas del todo, las premisas del mundo dado, del espacio-tiempo del capital en nuestro caso. La negación pone el mundo en suspenso y denuncia un orden dañino.

Que el orden del todo es dañino es evidente en su preformatividad darwinista. En su generación de modelos "aptos" para la vida y en el rechazo y condena de los "ineptos", en sus reclamos publicitarios y en la selección de los ganadores de la feria y el desprecio hacia los perdedores, aquellos que no cuentan en la construcción de la gran narrativa histórica de avance y progreso, se aprecia permanentemente la estela de sufrimiento y enfermedad que va dejando en las vidas particulares.

Ahora bien, el negador no siempre puede mantener la mirada al todo. En la contienda, el negador tiene todas las de perder, y efectivamente, perderá, porque no se puede vencer el todo del que uno forma parte. Pero la conciencia no forma parte completa del todo, sino que excede el todo por el lado de la mortalidad, la no-identidad de la conciencia con el todo forma la última y única trinchera desde la que el negador presenta su batalla perdida, perdido él mismo en la esperanza de una armonía que no llegará, alimentado por una fe de la que nada sabe.
La contradicción es un equilibrio difícil de mantener. El pensar-contra-uno-mismo se cobra el precio de la enfermedad. Aquí y ahora, nosotros, pequeños fascistas con mayor o menor grado de conciencia, partícipes y beneficiarios del ciego régimen de explotación universal que va consumiendo la vida del mundo, hemos de aprender a recomponer unos lazos sociales rotos por la contractualidad mercantil. Las alternativas aún no están construidas, pero el mundo se mueve.


4 comentarios:

paquito el chocolatero dijo...

Decir sí a la vida en toda su esencia, incluyendo la destrucción.

Anónimo dijo...

eso es un poco nazi, no?

tolloro dijo...

Continue usté con este tratamiento, las pastillas no parecen tener efectos secundarios, al menos, en el color de su cabello (si le queda). Lo de Adorno, su crítica a la raconalidad científico-técnica es lo mejor que ha venio, después de las papas Kinewuas. Un beso en el orto y a cuidarse.

Anónimo dijo...

vaya craisis creativa!!! aquí sólo se escribe de san juan a corpu!