jueves, 19 de marzo de 2009

El perro

El perro es el mejor amigo del hombre. El perro es fiel y da la vida por aquel a quien quiere. El perro es un animal capaz de una infinita ternura para con el hombre y la mujer, la niña y el niño, el abuelo y la abuela. Compañero fiel del humano desde que el mundo es mundo, el hombre ha hecho al perro a su imagen y semejanza. El perro, como el hombre y con el hombre, ha devenido históricamente. A mí me gustan mucho los perros. Pero todos sabemos que un perro, en manos desaprensivas, puede convertirse fácilmente en una máquina de matar. Y hemos de aclarar que ello no resulta demasiado grave si el perro en cuestión es un chihuahua o un pequinés. Tampoco debe preocuparnos en el caso de un caniche, un carlino o un yorkshire. El lulú de Pomerania, por muy furioso que esté, no podrá jamás zaherirnos más arriba de las canillas. Pero la cosa es bien distinta si el animal azuzado por una mano asesina es de mayor tonelaje: tal es el caso del rottweiler, el dobermann o el agente antidisturbios.




Tengo mi infancia asociada a la imagen del perro labrador, inteligente can de la familia del terranova, perros de tierras frías que han acompañado al humano en sus tareas de pesca y cobro de caza a lo largo de los siglos. Me viene a la mente también el border collie de la montañosa Escocia, que es un prodigioso caso de simbiosis del animal con la actividad del pastoreo de ovejas: son famosos los concursos en los que amo y perro demuestran una asombrosa compenetración y una complicidad libre de toda culpa o morbo alguno. Y qué decir del inefable San Bernardo, legendario auxilio de alpinistas tras los aludes en los Alpes de la nieve eterna, imagen del Deus ex Machina, con su barrilete de licor al cuello. Ha tenido buena publicidad, hay que decirlo. Pero ninguna de estas virtudes he observado en el agente antidisturbios.






A la muerte de su perro Botswain, un fiel terranova de enormes ojos pardos, Byron hizo esculpir una lápida en mármol de Carrara donde quiso que figurara el siguiente epitafio:


“Aquí reposan los restos de un ser

que poseyó la belleza sin la vanidad,

la fuerza sin la insolencia,

el valor sin la ferocidad

y todas las virtudes de un hombre,

sin ninguno de sus vicios”.




Quizás exagerara, pero lo cierto es que nada de todo esto puede atribuirse al agente antidisturbios sin faltar gravemente a la verdad, porque del mismo modo que del feroz dobermann se dijo durante un tiempo que el estrechamiento progresivo de su cráneo durante el desarrollo enloquecía al animal y lo volvía agresivo, igualmente podría aventurarse que el casco de los antidisturbios les disturba el cerebelo, les perturba el seno del hipotálamo y les masturba el ano por efecto somático, cuando al blandir la porra se yerguen por fin erectos y en vez de sentir alegría sienten rabia.








En la feliz Barcelona, ciutat del disseny y paradigma de la tolerancia y el buenrollismo, se ha producido el pasado miércoles 18 de marzo un atentado escandaloso contra la integridad y dignidad de los "ciudadanos" (no somos sino súbditos, a ver si nos va quedando claro) por parte de los cuerpos antidisturbios de la policía autonómica del gobierno catalán, los famossos d' esquadra. Un viaje al pasado, un buen viaje con la porra en la cabeza y, sobre todo, en las articulaciones, hasta los tiempos del caudillo, esa ha sido la impresión unánime de los observadores más cautos. Los señores agentes han blandido sus porras y han dado tiros al aire, se han ido calentando como jauría soliviantada por la carnaza y han entrado a dar, a diestro y siniestro, a cuanto se moviera o diera muestras de vida inteligente. Y después, persecusión por las calles de Barcelona, posa't guapa. A medio día y por la noche, doble turno de hostias. Por el día pumba pumba, por la noche chachachá. Corriendo con las porras al aire, disfrazados de X-Men, el casco impidiendo todo razonamiento y el escudo del Capitán América para protegerse de los argumentos, han ido a dar. No les interesa el diálogo, vienen a dar. Cumplen órdenes y canalizan sus instintos a través de estas órdenes, la orden se va concretando a través de la cadena de mando, a través de la correa del dobermann y surge finalmente en la realidad como golpe de porra en las rodillas, para que aprendas, mamarracho, y otro golpe más y si te vas al suelo te piso la cara. Que pasa un abuelo y le increpa, pues leña al abuelo, qué se va a creer el viejales; que una familia con tres niños les dice media palabra, pues se bajan todos del furgón y leña a la familia, sobre todo si no son de aquí.





A mí mismo me suena exagerado, pero no lo es. La carga contra los estudiantes se ha extendido al resto de la sociedad como preludio de unos tiempos que se avecinan aún más represivos: va a aumentar el descontento social rápidamente. Ya está aumentando. Aporrear a los fotógrafos y periodistas ha sido otra muestra del camino elegido. Así como la pasividad del representante político a cuyo cargo está la actuación de la policía, como si dijera: "ellos sabrán lo que han de hacer en estos casos". Pues han demostrado lo que saben hacer. Porra, porra, porra de perro con la porra, el perro blandiendo la porra, frotándose la porra, el perro a las órdenes del perro a las órdenes del orden del capital, en la Barcelona tolerante, la Barcelona de pasado olvidado, la ciudad recauchutada, la ciudad mentirosa.






La coincidencia de los actos de violencia callejera producidos por la actuación policial con la detención de Enric Durán en la misma Universitat de Barcelona la tarde anterior arrojan luz sobre el nivel de actividad policial en contra de los movimientos que plantan cara de manera pacífica para hacer frente a la actual situación política y social, que cada vez se va a poner peor.


La vuelta de Enric ha venido acompañada de un nuevo número de "Crisi", que puede leerse íntegro en varios idiomas en la siguiente dirección:





Por lo que respecta a los perros, poco puede añadirse. No dejamos de saber con quién nos la jugamos. Las agresiones son continuas y se hace evidente la necesidad del bozal.