miércoles, 20 de junio de 2012

Into the darkness

Hace pocos días he tenido una súbita revelación a partir de una idea que venía rumiando hacía tiempo, mirándola como se mira un objeto que no se sabe bien qué es, dándole vueltas y contemplándolo desde distintos ángulos, hasta que finalmente entendemos de qué se trata.  La idea no es sino esta: ya no somos centro, sino que somos, cada vez más, parte de la periferia. Y me refiero a Europa, especialmente a España y los países del meditarráneo. Y eso ha sucedido en poco tiempo, delante de nuestras narices, y todavía no nos lo podemos creer. Nos estamos volviendo pobres a toda velocidad. Pobres, como lo eran otros hasta hace poco, pobres como lo sigue siendo la mayoría de las personas de este mundo. No hemos terminado de salir del subdesarrollo y ya estamos de vuelta en él, con un horizonte de posguerra: aulas y hospitales masificados, trabajadores jodidos y mal pagados, economía sumergida, índices de paro salvajes y una ausencia absoluta de democracia a todos los niveles. Por suerte aún no se ha generalizado el uso de las armas de fuego. La política está enferma de muerte y el totalitarismo avanza a grandes zancadas, pasándose por la bolsa del escroto los llamados Derechos del individuo. Hace unos años, cuando comencé a escribir este blog, estas expresiones habrían resultado hiperbólicas, literarias, panfletarias. Hoy denotan un severo realismo y un análisis comedido de los hechos que asolan el presente. Vayamos por partes.

Mineros
Las mujeres del carbón han protestado en el Senado por el impago de lo que se adeuda al sector y por el  consiguiente colapso de la actividad minera. 30.000 familias se van a quedar con lo puesto. Las han desalojado de allí inmediatamente. A la derecha no le tiembla el pulso para cerrar minas y mandar a la policía, y al ejército si hiciera falta, a reprimir. Han aprendido bien la lección de la Thatcher. Ayer, viendo las imágenes de las mujeres en Madrid y sus compañeros, hijos y hermanos en Asturias, León o Aragón, tuve la sensación de estar contemplando el martirio de los últimos obreros, los primeros en levantarse, los últimos en caer, con su determinación en una lucha de vida o muerte, con su dinamita.

Banko 
Un sistema bancario de mala calidad. Con productos financieros de mierda. Una chapuza. Una estafa.  Un robo. Como en los países del antiguo Tercer Mundo. Se viene el Corralito, parece coña. Resulta que la Caja de Canarias, otrora entidad señera de la política económica en las islas, actualmente subsumida por el conglomerado que se hace llamar Bankia, perdió la mitad de su valor al integrarse en esa fusión bastarda de cajas de ahorros que dirigía hasta hace poco el antiguo director del FMI, el flamante Rodrigorrata. Ese dinero se esfumó. Ahora todo es incertidumbre y melancolía. Pobres de nosotros, guanches incautos: se nos llevaron los dineros y ahora toca esperar, en la larga noche del no saber, y rezar para que los señores de Palacio tengan piedad de nosotros y no nos quiten lo que es nuestro.

Refugiados y expulsados
En El Salvador, durante los 80. En Colombia. En el Chile de Pinochet. En la Argentina de la Junta Militar. Personas que son detenidas por sus actividades políticas, exiliados, refugiados... Lentamente se va desperezando el ogro de la represión a gran escala, la persecución, los montajes policiales y judiciales, el desmoronamiento de unos derechos de cartón piedra. Julian Assange, desde Londres, ha pedido asilo en la Embajada de Ecuador. El Monstruo le persigue, y el activista, que en muchos aspectos puede ser considerado un héroe, pide asilo en la Embajada de un pequeño país latinoamericano, sin saber cuál será su suerte.
Aquí, en las islas, agarran como cabeza de turco a un militante uruguayo con todos sus papeles en regla, trabajo, una hija canaria, lo meten en un avión y lo mandan a Uruguay, deportado, expulsado, aquí no queremos sudacas protestones, váyase a su país a protestar. Terroríficos los comentarios de los lectores en la prensa digital, alabando el cumplimiento de la ley, porque nadie puede venir aquí a generar desorden público y quedarse tan pancho. La voz del chapapote se alza y ahoga los gritos de aviso. ¡A callar!

Egipto 
La plaza Tahrir, en El Cairo, corazón de la Revolución, vuelve a llenarse de gente más de un año después. ¿En qué ha quedado todo? En una dictadura militar. Ni Israel ni EEUU pueden permitir la democracia en un país como Egipto. Así pues, los militares agarran bien el macho, aferrados a las infinitas prebendas de que deben gozar en un país rebosante de pobres, seguramente cebados por los fondos abundantes de la Defensa   
sionista y la Casa Blanca, que ya había advertido que Mubarak no era mal tipo. Al menos mantenía a raya a los palestinos, que no es poca cosa.

¿Nosotros?
Volveremos a vivir en portones y corralas y casas de solar, con nuestras enormes familias dependientes de un solo sueldo, hijos, sobrinos, primos y abuelas, todos juntos, compartiendo el pan duro y las latas de aceite con los vecinos. Qué duro será, después de tanto tiempo aprendiendo a comportarnos como pequeños burgueses desconfiados, aprender a compartir la escasez. Quizás nos mataremos antes de ceder un poco de espacio delante del televisor, moriremos aferrados a nuestras videoconsolas, a nuestras tabletas digitales, a nuestros telefonillos Apple, a todos nuestros juguetes made in China.
China, el Oriente, la emergencia de nuevos actores, los países BRIC: hasta allí se desplaza el centro de la Civilización ahora, donde se puede hacer bisnes de verdad, donde hay dinero, big money. Durante nuestra Edad Media, Europa era una región periférica y el centro estaba en Arabia, en China, en otras partes, donde se producían los avances tecnológicos y donde los sabios y los pensadores podían vivir y desarrollar su trabajo. Europa, una Europa germanizada a toda prisa, busca hoy su lugar en el tablero de la globalización: el capitalismo, en su vorágine, no entiende de patrias ni de territorios y aquí el que no corre vuela. Merkel, que cree en Europa, una Europa eficiente, diseñada por Alemania, imagina un país-continente con su centro y su periferia, sus trabajadores sureños, sus universidades nórdicas, cada cosa en su sitio, una máquina perfectamente ensamblada, una máquina Krupp, una máquina Daimler-Benz para poder ser competitivos: http://www.portalplanetasedna.com.ar/igfarben.htm

Brilla el sol.


jueves, 29 de marzo de 2012

¿Qué viene ahora?

Se nota. Nos habíamos olvidado de cómo era. Pero se nota. No lo pueden evitar. Alguno creyó que esta vez venían de suaves porque el señor este de pelo teñido y barbita blanca parecía más afable que aquel pequeño con bigotito, que era abominable. Los hombres pequeños con bigotito son terroríficos, bien lo sabemos. Pensábamos que quizás este, que era alto, con el pelo teñido de castaño oscuro y barba blanca de papanuel, sería más cándido, más bondadoso. Pero las apariencias engañan. Todos ellos están cortados por la misma tijera. No han tardado demasiado en enseñar su pata peluda y ya vemos cómo nos atosigan con sus medidas y sus decretoleyes de mierda. Prepotentes, nos quieren colar a Repsol frente a nuestras costas: son las gentes del chapapote y los porrazos, nos habíamos olvidado pero aquí los tenemos de nuevo. Tienen modos autoritarios y gestos llenos de desprecio, sin duda a causa de la represión padecida en casa, niños de papá, papá fascista, mamá frígida, nené hijo de puta. Señoritos creídos, ignorantes hasta la médula, han llegado para imponernos sus criterios y su modo de ver el mundo, su pensamiento irresponsable disfrazado de pragmatismo, lacayos del gran capital, han llegado para echar abajo los exiguos logros de los trabajadores de este país.

Austeridad. Austeridad significa, para ellos, privatizaciones. Ahora, con la excusa de la deuda, van a ponerse las botas. Visto con cierta distancia, parece una jugada redonda. La derecha y la socialdemocracia jugaron al capitalismo bueno durante décadas, nos engancharon al sistema financiero y nos endeudaron hasta las cejas con sus matemáticas enfermizas. Los bancos nos llenaron la boca de dinero, nos decían "toma, mi niño, para que te compres chucherías", y nos metían sus billetes envenenados por el ano, suavemente. A todos les gustaba. Pero llegó un momento en que dijeron: "ustedes están en deuda con nosotros, y nosotros queremos cobrar la deuda ya". Y como no había dinero para pagar la deuda, tuvimos que vender. Y en eso estamos. Malvendiendo el denominado Estado del Bienestar para pagar la deuda al Gran Capital Financiero. Los grandes bancos han pagado bonificaciones extraordinarias a sus gerentes en tiempos de crisis. ¿Qué significa eso? Significa que lo han hecho bien, que han hecho un buen trabajo. Los estados soberanos han pagado miles de millones a los grandes bancos, ha sido un bisnaso. El error consiste en creer que los bancos están supeditados a los estados, cuando es al revés. Son los bancos quienes mandan. Y quizás siempre haya sido así.

Ahora es tiempo de protestas, de huelgas y de negación de los datos por parte del gobierno. No darán su brazo a torcer. Habrá que ver, por nuestra parte, hasta dónde somos capaces de presionar. Pero sobre todo, habrá que ver si somos capaces de organizarnos y de constituir un frente de lucha que sea capaz de pensar a lo grande.

domingo, 22 de enero de 2012

Chaflameja

Chaflameja[1]
Nada nuevo bajo el sol. El ser humano, desde la caída, es una criatura siempre propensa al vicio y la desmesura. La teología medieval, con Boecio a la cabeza, se encargó de argumentarlo con rigor. Los vicios del hombre son infinitos, lo sabemos, pero entre ellos, unos se perdonan mejor que otros. En algún momento de mi vida también yo he sido joven, he sido latin, he sido machango, he sido canario, he sido chaflameja. También mis amigos, casi sin excepción, han sido unos perfectos chaflamejas y no pasaba nada. Quedábamos para ir a la playa en una esquina cualquiera. Yo los esperaba media hora más tarde de lo acordado, una hora incluso, y ellos me esperaban a mí dos o tres horas más de lo acordado, y no había problema. Yo los esperaba pacientemente en la puerta de Babón, cuatro, cinco horas más de lo previsto, hasta que al fin llegaban y yo, bueno, qué iba a hacer, hacía un gesto señalando mi muñeca izquierda sin reloj, como diciendo “chacho, ya era hora”, nos saludábamos como si tal cosa y nos marchábamos a la playa sin más, a contemplar las olas subir y bajar y a hablar de boberías. Dulce pájaro de juventud. La juventud es elástica y elástica es la percepción del joven despreocupado que siente que tiene toda la vida por delante y, por lo tanto, todo se la sopla.
Pero pasan los años y uno se va haciendo mayor y pierde elasticidad, pierde flexibilidad, pierde tolerancia, pierde paciencia. Uno va queriendo que las cosas sean firmes. Uno va gustando cada vez más de cosas firmes y empieza a aborrecer de aquello vaporoso, aquello inestable, incierto, poco serio. Empieza a desesperar, poco a poco, que la distancia entre el dicho y el hecho sea demasiado grande, en los discursos de los demás y en los propios. Empieza a tostarle a uno la cabeza el buen rollito de mentirijilla, ese “chacho, a ver si quedamos” que nunca se concreta, la desidia, el abandono, el desaseo de las relaciones. Uno se embarca en cosas con ilusión, siente que hay proyectos que valen la pena, que merecen un esfuerzo, uno cuenta con los demás y piensa que por fin ha llegado la hora de hincarle el diente a la realidad, que es posible trabajar en una dirección, trabajar en equipo, en definitiva, uno piensa que es posible la revolución. Pero entonces…
Canarias es un latin place. Y esto, que tiene sus cosas buenas, es a la vez nefasto. Canarias es un latin place con perras, como Miami. Un latin place con infraestructuras. Yo amo la pachorra canaria, la considero buena, sana y sabia. La pachorra es buena para la contemplación, para el goce sensual, para el embeleso. Pero es nefasta para la revolución. Y a eso hemos de añadir que las circunstancias de la vida no admiten siempre la pachorra, por eso la pachorra, en contacto con el infortunio, degenera fácilmente en melancolía y de ahí en demencia y acaso en violencia. Pero siempre una violencia aleatoria, descontrolada, ciega, estúpida. La pachorra también puede degenerar en indolencia, desidia, pasotismo vulgar, irresponsabilidad. Y es ahí donde se cultiva el chaflameja que todos, en mayor o menor medida, llevamos dentro.
El chaflameja, con frecuencia, es un bobilín. Otras veces se hace el bobilín. Si uno no quiere perder las relaciones y mandar a todo el mundo al carajo, tiene que fingir que también es un poco bobilín, haciendo como que olvida todas las veces que le han pegado negra tras negra. Uno tiene que reír la gracia del chaflameja, que le dijo esto y luego hizo aquello, que quedó en tal sitio y nunca apareció, que se comprometió a tal cosa y pasó de todo. Oh, cosas de la gente… No queda entonces, para no acumular rencores casi universales, sino comportarse de la misma manera, aceptar el código chaflameja y si te he visto no me acuerdo, pero no pasa nada, todos amigos, todos contentos y felices en esta vida impotente. Es el principio de la noche de copas que se vuelve universal. De noche todos los gatos son pardos, de noche la gente es fascinante, de noche hombres y mujeres desbordan atractivo sexual, de noche salen planes interesantísimos y somos capaces de prometer el oro y el moro. El amanecer borrará todo rastro de realidad de cuanto se haya dicho o hecho: al fin y al cabo estábamos de copas, y en esos casos no cuenta.




[1] La voz chafalmeja (variante de expresión: chaflameja), del español general chafalmejas (de trafalmejas, influido por chafar) ‘pintor de corta habilidad, pintamonas’, se usa en las Islas Canarias en el sentido sustantivo de ‘persona poco formal e irresponsable’ y en el sentido adjetivo de ‘se dice de la persona poco formal e irresponsable’. Presenta, por tanto, bastante similitud semántica con términos valorativos del español general como insensato, imprudente, tarambana, botarate, etc. Por derivación, ha desarrollado las formas chafalmejada ‘hecho propio de un chafalmeja’ y chafalmejería ‘ídem’.