miércoles, 27 de febrero de 2008

Fidel

FIDEL 1
Que se muera ya y se vaya, ese viejo verdugo del canto personal, ese bandido de larga barba, ese tirano. Que la vida es una y es mía y es de cada cual, que debe disponer, que debe poder disponer para no ahogarse, para no pensar a la muerte que es poco lo que ha vivido, ajeno a la libertad, la total libertad que ese tirano asfixia con los pelos de su barba.
FIDEL 2
Bien dicen que allí se aprende y que todos comen y que no hay niños rondando los basurales. Pero qué pobres los pobres, que parcos los basurales donde apenas hay basura, allí no hay nada que encontrar. Qué escasas las palabras a la contra, qué pequeño el movimiento, qué pobres los pobres, qué viejos y son tan jóvenes. Es cierto que es buena la medicina, es cierto que las aulas bullen y mucho se aprende en ellas, pero qué escasa la libertad, qué cortas las palabras en contra, qué poca libertad. Y qué pobres.
FIDEL 3
Yo nunca estuve allí pero, resiste, repito, resiste contra viento y marea. Que aquí nos morimos todos, que aquí todos nos matamos y que los ricos nos comen como piojos nos beben el semen de los huevos y la sangre en la entrepierna. Que aquí elegimos a quienes ellos primero, los piojos, los ricos con su policía, para ellos trabajamos y por ellos nos desangramos, sanguijuelas. Por eso, comandante, resiste y nunca te quites la barba, que yo no sé lo que es aquello, pero no es esto. Aguanta.
FIDEL 4
Yo nada tuve. No tendré nada. Sólo mis brazos. Nunca tuve nada. Negro o blanco nada tuve negro o blanco soy la bala que tú disparas, fuego futuro nuestro, hermanos iguales, que trabajamos y bailamos en la playa. Nada espero más que el baile, pues nada nunca tuve nada. Soy tan pobre como siempre pero como pan de cada día y así mi mujer y mis hijos, ingenieros y poetas del Caribe. Negro soy tan pobre blanco chino de La Habana, que tengo mi oficio y mi digna casa, que si vinieran los gringos ya saltarían los nietos míos entre la basura, embriagados de pegamento como dicen que pasa afuera, en el mundo pobre de allá. Nosotros te sostenemos y pedimos por ti a la Caridad del Cobre, que te tenga fuerte con ella, que todo lo guarda, Fidel, contigo estamos, Fidel.

FIDEL 5 (Carlos Puebla)

Aquí pensaban seguir
jugando a la democracia
y el pueblo que en su desgracia
se acabara de morir
Y seguir de modo cruel
sin cuidarse ni la forma,
con el robo como norma,
y en eso llegó Fidel.
Y se acabó la diversión.
Llegó el comandante y mandó a parar.

El bruto

Uno de los más acuciantes problemas que enfrenta la izquierda política es la apropiación instrumental del bruto por parte de la derecha. El bruto es un elemento clave para hacerse con el poder, ya que aporta el componente de fe ciega que otorga fortaleza y contundencia a cualquier proyecto de dominio.

El bruto vota a la derecha por causas obscuras. Muchos analistas han observado que el bruto es de derechas porque la derecha, en sí, es la representación política de la fuerza bruta en democracia, y la mismísima fuerza bruta personificada en una dictadura. Pero no basta con señalar este inequívoco vínculo entre el bruto y la fuerza bruta que caracteriza a la derecha. En la derecha hay también sofisticación y retorcimiento, cosas que no casan bien con la sensibilidad del bruto, que gusta siempre de cosas simples. Otros han comentado que la simpleza del bruto proviene precisamente de una falta de sensibilidad general, y que esta falta de sensibilidad le hace inmune a toda sutileza, que le pasa desapercibida y por lo tanto no se siente molesto cuando no entiende algún refinamiento dialéctico de la derecha, como por ejemplo cuando usa descalificativos como “chisgarabís”. Todo eso en realidad aquí nos da igual, la cuestión es que el bruto no siempre es malo, sino que se vuelve malo en contacto con la derecha, que aviva sus bajos instintos. En cambio la izquierda lo confunde con teorías abstrusas que contradicen su experiencia de bruto y cuyos argumentos no consigue seguir. La derecha le dice las cosas claras. La derecha dice: “la culpa la tienen los inmigrantes”. Y eso para el bruto tiene sentido. La izquierda le dice: “tenemos que construir la igualdad”, y el bruto se siente perplejo. La izquierda continúa: “tenemos que hacernos con el control de los medios de producción”, y el bruto se entristece sin saber por qué. La izquierda, por último, comete el error fatal: “he traído apuntados unos pasajes de Marx…” y aquello sí que no, el bruto ya se aleja zumbando y no quiere saber nada. Cae entonces en brazos de la derecha, que le arrulla con cosas simples: “¡¡Con dos cojones, coño, arriba España!!” y el bruto, naturalmente, queda convencido.

Pero el asunto arrastra amargas meditaciones, porque la izquierda, de corazón, no quisiera renunciar a llevarse bien con el bruto. El problema del bruto es que, sin ser necesariamente malévolo (a pesar de que la variante del bruto malvado es una de las más terroríficas), tiende con más facilidad a la maldad que a la bondad, ya que ha aprendido a palos y no confía en la humanidad. Así que la izquierda se encuentra en una encrucijada, porque ha de renunciar al bruto, un elemento que abunda entre los asalariados (los más pesimistas hablan de un 54%) o ha de cohibirse y hacer propuestas más brutas, es decir, de derechas, renunciando entonces a su esencia y razón de ser.

jueves, 21 de febrero de 2008

Freedom to choose

¿Pero, a qué se refieren cuando hablan de "las libertades"? ¿Qué quieren decir cuando, abriendo mucho la boca y enseñando los colmillos amarillentos proclaman: "Freedom, aaaarrrrgh!!!"?

Esto me trae a la memoria el célebre tratado de Graham de la Cruz titulado "Infancia y bestialismo: una aproximación fenomenológica" publicado en los años setenta por Akal. Aun siendo enemigo acérrimo de citas y transcripciones, no puedo dejar de copiar un pasaje que siempre me ha parecido esclarecedor:

Hay una tendencia a idealizar la infancia que pasa por alto el hecho incontrovertible de que el niño no tiene conciencia del límite y, por consiguiente, tampoco tiene plena conciencia del Otro. Baste pensar en las veces en que todos y cada uno de nosotros hemos sido arrollados por marabuntas de niños enloquecidos que juegan sin pensar que hay más personas en el entorno. ¿Quién no ha recibido en alguna ocasión un fuerte balonazo en la cabeza mientras descansa en el banco de un parque, víctima de la pasión lúdica de los infantes alborotados? ¿Quién, de los que yacen en la arena blanca de la playa, no ha sido pisoteado por manadas de niños que corren y levantan polvo en suspensión que va a dar infaliblemente a los ojos? (...)
No hacemos aquí apología alguna de la represión. Sólo constatamos hechos. Del mismo modo, es seguro que si al niño se le ofrecen golosinas, el niño comerá golosinas hasta enfermar. "Niño: ¿quieres chocolate?" Y el niño comerá chocolate. "¿Quieres más chocolate, niño?" Y el niño comerá más chocolate. "Come un poco más de chocolate, está bueno ¿eh?" Y el niño se pondrá cerdo sin pensárselo dos veces. Y después, por supuesto, sufrirá los cólicos y las cagaleras, pero si otro día, un adulto le dice: "Tengo chocolate, chocolate blanco, muy rico, ¿quieres?", el niño volverá a atiborrarse. Como resultado tendremos a un infante obeso, víctima de sus instintos y de la natural tendencia al placer que caracteriza a todos los animales. Porque el chocolate, cuyo componente esencial no es, contrariamente a lo que se cree, el cacao, sino el azúcar, produce un intenso placer que se transmite al hipotálamo desde las papilas gustativas de manera inmediata y crea un poso de recuerdo que permanecerá para siempre. Así, ante las nuevas tentaciones de más chocolate, siempre primará el recuerdo del placer sobre el de la cagalera, puesto que es igualmente cierto que el humano tiende a olvidar las cosas desagradables.

Así, cuando nos hablan de la libertad, o también de la "libertaz", nos están hablando esencialmente de poder correr y pisotear a quien nos dé la gana, poder embostarnos de chocolate, pastillas de goma, nubes, caramelos, regaliz rojo relleno de sabo, donuts de cerdo y hamburguesas de vaca loca, todo ello sin pensar para nada en las consecuencias. Como los niños, estamos libres de culpa y seguimos nuestros instintos. Eso es para ellos la democracia: freedom to choose. Y mientras, ellos espolvorean con edulcorante publicitario toda suerte de mercancías que resultan una cuidada síntesis opiácea de azúcar y excremento, prometiéndonos la felicidad inmediata, la dicha instantánea y el placer a bajo precio. Todo bajo un manto maternal que garantiza nuestra total inocencia.


sábado, 16 de febrero de 2008

si ganan los buenos

Si ganan los buenos, hay mucha gente que va a amasar mucho dinerito. Y el dinerito es una cosa muy buena. Eso lo saben los buenos muy bien, y también la gente que amasará ese dinerito. ¿Quiénes van a amasar el dinerito? Es que pareces tonto: ¡el dinerito lo van a amasar los buenos, joder! ¿Quién si no?

Los buenos saben hacer bien las cosas. Los buenos dicen: "vamos a desregularlo todo: un, dos, tres, ¡ya!" Entonces se lanzan a la carrera porque están preparados para la carrera, están bien situados y calzan hermosos zapatos nike. Y se apoderan de lo que queda suelto, desregulado. En los malos tiempos los buenos aprendieron que en esta vida, si quieres salir adelante, hay que saber dar dentelladas al prójimo. Así funciona. En los malos tiempos, los buenos aprendieron a hacer negocios y a sacar partido de las necesidades. En los malos tiempos no funcionaban las leyes y el derecho democráticos, así que ellos hacían valer la ley de la fuerza (no mercy for the weak) y el derecho del Übermensch: "¡si te cojo eres mío!" (por cierto, esta frase fue la que le dijo el negro una noche a mi abuelo Ubaldo en uno de sus viajes a Sudáfrica. Mi abuelo echó a correr, pero finalmente el negro lo atrapó y mi abuelo fue suyo: así fue como el viejo Ubaldo concibió a mi padre, de la simiente todopoderosa de un zulú, cuya energía salvaje corre hoy por mis venas).

Los buenos adoran amasar el dinerito. Les gusta mucho, ir haciendo una pelota con él, pensar en multiplicarlo. Es el sueño de los panes y los peces, pero con resultado inverso. Los buenos son cristianos viejos, pero piensan que Jesús fue un ingenuo, y así acabó. Los buenos piensan que Jesús debería haber hecho multiplicarse los panes y los peces, pero que luego debería haberlos vendido. Ese fue su error. Un error que a la larga le costaría la vida. Jesús podría haber sacado mucha pasta vendiendo panes y peces a la muchedumbre, podría haber fundado un imperio alimenticio, pero no tenía suficiente amplitud de miras. No conocía las teorías de Milton y los Chicago Boys y además era un poco pardillo. Pero los buenos sabrán vengar la memoria de Jesús subsanando sus errores, que fueron muchos. Los tiempos han avanzado y ahora está todo mucho más claro.
Si ganan los buenos, los buenos harán muchos millones. Ya se están frotando las manos. Por eso, para ayudarles a conseguir su objetivo, hemos de movilizarnos para ir a votar. Con la esperanza de que nosotros también seamos buenos y nos toque un pellizco del pastel.