miércoles, 27 de febrero de 2008

El bruto

Uno de los más acuciantes problemas que enfrenta la izquierda política es la apropiación instrumental del bruto por parte de la derecha. El bruto es un elemento clave para hacerse con el poder, ya que aporta el componente de fe ciega que otorga fortaleza y contundencia a cualquier proyecto de dominio.

El bruto vota a la derecha por causas obscuras. Muchos analistas han observado que el bruto es de derechas porque la derecha, en sí, es la representación política de la fuerza bruta en democracia, y la mismísima fuerza bruta personificada en una dictadura. Pero no basta con señalar este inequívoco vínculo entre el bruto y la fuerza bruta que caracteriza a la derecha. En la derecha hay también sofisticación y retorcimiento, cosas que no casan bien con la sensibilidad del bruto, que gusta siempre de cosas simples. Otros han comentado que la simpleza del bruto proviene precisamente de una falta de sensibilidad general, y que esta falta de sensibilidad le hace inmune a toda sutileza, que le pasa desapercibida y por lo tanto no se siente molesto cuando no entiende algún refinamiento dialéctico de la derecha, como por ejemplo cuando usa descalificativos como “chisgarabís”. Todo eso en realidad aquí nos da igual, la cuestión es que el bruto no siempre es malo, sino que se vuelve malo en contacto con la derecha, que aviva sus bajos instintos. En cambio la izquierda lo confunde con teorías abstrusas que contradicen su experiencia de bruto y cuyos argumentos no consigue seguir. La derecha le dice las cosas claras. La derecha dice: “la culpa la tienen los inmigrantes”. Y eso para el bruto tiene sentido. La izquierda le dice: “tenemos que construir la igualdad”, y el bruto se siente perplejo. La izquierda continúa: “tenemos que hacernos con el control de los medios de producción”, y el bruto se entristece sin saber por qué. La izquierda, por último, comete el error fatal: “he traído apuntados unos pasajes de Marx…” y aquello sí que no, el bruto ya se aleja zumbando y no quiere saber nada. Cae entonces en brazos de la derecha, que le arrulla con cosas simples: “¡¡Con dos cojones, coño, arriba España!!” y el bruto, naturalmente, queda convencido.

Pero el asunto arrastra amargas meditaciones, porque la izquierda, de corazón, no quisiera renunciar a llevarse bien con el bruto. El problema del bruto es que, sin ser necesariamente malévolo (a pesar de que la variante del bruto malvado es una de las más terroríficas), tiende con más facilidad a la maldad que a la bondad, ya que ha aprendido a palos y no confía en la humanidad. Así que la izquierda se encuentra en una encrucijada, porque ha de renunciar al bruto, un elemento que abunda entre los asalariados (los más pesimistas hablan de un 54%) o ha de cohibirse y hacer propuestas más brutas, es decir, de derechas, renunciando entonces a su esencia y razón de ser.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

«La variante del bruto malvado es una de las más terroríficas» :o)

“If there is a God, he is a malign thug”
[Si hay un Dios, es un bruto malvado]
M. Twain

Un beso desde (London)Derry y ernhorabuena por el blog.

Esperanza dijo...

Muy bueno esto del bruto. Brillante... Aunque a mí me da que brutos hay en todas partes. La política es como el fútbol. En todo caso me ha encantado.