domingo, 23 de noviembre de 2008

El punto nazi

El pensamiento colonial que preside los procesos de globalización que estamos viviendo tiene su correlato "doméstico" en los actuales planes de mejora y embellecimiento de los centros urbanos in the western world, donde se lleva a cabo una selectiva (pero no por ello menos brutal) erradicación de los elementos indeseados, aquellos que deslucen y ponen en cuestión la idea de progreso mediante aquella fealdad manifiesta que caracteriza a los fracasados. La máxima que rige en los consistorios es: hay que echar pa fuera a todos los podríos.

Este pensamiento abiertamente racista y clasista (sea en el contexto internacional, sea en el que hemos denominado "doméstico") no tolera que en el orden estético fashion y high tech que han proyectado in order to achieve ever higher incomes surjan esas manchas ontológicas que causan inquietud en el seno del hipotálamo de los prebostes y sus decoradores de la corte. Nótese que el término "preboste" es sin duda un derivado de "bosta", y que guarda estrecha relación con "emboste" (sólo hay que imaginar lo que comen sus señorías y a cuanto nos sale el cubierto, para sopesar después el resultado político: los prebostes anticipan -pre- la bosta que después nos comemos todos). Tras este breve excurso filológico, seguimos. Es sabido que los centros urbanos, especialmente los centros históricos, se conciben hoy para producir y concentrar capital proveniente del turismo, los comercios suntuosos, los alquileres de oficinas y los servicios en general y que esta dinámica se aviene mal con la presencia de podríos de toda laya, negros, moros, viejos con alquiler de renta antigua, putas, chulos, trabajadores rasos, anarquistas variopintos, maricas sin ley y otros múltiples géneros de vagos y maleantes que no dan dinerito. Y esto no puede ser, con lo bonito que es el casco viejo y lo precioso que quedaría con un poquito de escayola y unas manitas de pintura y un hotelito por aquí, otro hotelito por allá, un edificio de oficinas, unas buenas tiendas de Dolce&Gabanna, otro hotelito más allá, más oficinas en los edificios rehabilitados, un Sony Center quizá, una oficina turística, quizás un museo o dos, más tiendas de Adolfo Domínguez, Zara, H&M, Mango, Bershka, tiendas globales, negocio seguro, más oficinas de empresas con futuro y también, cómo no, residencias rehabilitadas fashion, minimal, feng shui y su puta madre, para quien pueda pagársela, claro, porque lo bueno, como sabemos, cuesta dinerito.


Este fenómeno del humanismo ilustrado contemporáno recibe el nombre de gentrificación (http://es.wikipedia.org/wiki/Gentrificaci%C3%B3n).


Un ejemplo como tantos lo encontramos en la ciudad de Barcelona, donde se han llevado a cabo espectaculares labores de "saneamiento" en el Barri Gotic y en el Raval (el antiguo "Barrio Chino", cuya debacle fue retratada en el conocido filme de Guerín "En Construcción"), zona a la que hemos de añadir el Born, completando así el dominio sobre la antigua Ciutat Vella, antaño residencia de los obreros que alimentaban a los prebostes de la burguesía industrial, hoy progresivamente pija, fashion y sobretodo, cada vez más cara. La cosa adquiere tintes tragicómicos cuando pensamos que el proceso sigue en marcha en un ayuntamiento gobernado por los rojos: en efecto, el PSC de Heredu, el hombre de la barbilla blanda, junto con ¡oh maravilla! Iniciativa per Catalunya, formación heredera del mítico PSUC, la rama más avanzada teóricamente del PCE, el partido de Manuel Sacristán, que hasta hoy, en la senda de la modernización y adaptación a los tiempos, ha sabido descafeinarse hasta convertirse en Fanta, Fanta de lima, que es de color verde. Hay que buscar dinerito como sea, y si hay que renunciar a esto o a lo otro, se renuncia, que ya estamos mayores para andarnos con tonterías. Asistimos así al fenómeno de una ciudad que se quiere vender y que se acicala y se hace liftings y se inyecta botox, haciendo guiños al mejor postor. Y por el camino se deshace de los podríos, que no hacen más que joder. A los podríos se los manda pal coño, a donde no molesten y donde no se vean, que mira que son feos, los muy jediondos.


La gentrificación, como decimos, amenaza y agrede por doquier.
¿Quién no recuerda la vista desde la Playa de Las Canteras de aquella enorme pintada en letras blancas sobre la falda de una loma en la Carretera del Norte: "GUANARTEME Y CHILE NO SE EXPROPIAN"? La pintada se fue borrando, como se ha ido borrando la combatividad de los urbanitas macdonalizados all around the western world.


Tenemos que volver a escribirla. Tenemos que volver a montarla.





jueves, 20 de noviembre de 2008

Queremos ser tu banco

a) "Bancocracia" es el nombre que Marx empleó para referirse a la burguesía financiera, distinguiéndola de la burguesía industrial en su clásico esquema de las relaciones productivas.


b) La tarta de chocolate es un dulce que produce intensas descargas de placer en el seno del hipotálamo, induciendo un estado hipnótico en la persona que la consume y provocando que esta pierda toda noción de cantidad y se emboste, pagando caras las consecuencias.



1. Me habían sustraído setenta euros de la cuenta del banco por la puta cara. Esperaba mi turno en la sucursal donde había abierto mi cuenta, años atrás, para pedir explicaciones. Cuando al fin pude sentarme y antes de que empezara a exponer mi queja, el empleado que me atendía al otro lado de la mesa me enseñó una lámina donde figuraban distintos modelos de tarjetas de débito y de crédito, de diferentes colores y diseños, muy bonitas, y empezó a hablar a toda velocidad:

"Mire, tiene usted la oportunidad de ser feliz para siempre con la ayuda de una de estas tarjetas, productos exclusivos que le ofrecemos por ser usted y porque somos su banco y queremos ser su banco y es por ello que puede usted pedir hasta dieciochomil, sí, lo ha oído bien, 18.000 euros fresquitos fresquitos para comprarse sus cosas, esas que tanto le gustan -sufrí de pronto un pinchazo en el bajo abdomen, en el punto que los japoneses denominan hara, justo debajo del ombligo, y recordé sobre la marcha la deliciosa tarta de chocolate que me había jincado justo antes de salir para, siguiendo una vieja costumbre, calmar la ansiedad que me producía la perspectiva de tener que venir al banco- y con estas tarjetas que ahora le muestro en esta ilustración personalizada para usted y para las necesidades y/o apetencias que usted sin duda tiene en este preciso instante puede usted pagar en más de cinco mil millones de comercios repartidos por todo el orbe terráqueo y próximamente también en el shopping center que pronto abrirán adosado a la estación espacial de la NASA y que podrá usted visitar pagando el billete espacial a la venta por internet a partir del próximo 26 de mayo mediante una de estas tarjetas en una oferta exclusiva para nuestros clientes como usted al precio de 12.000 euros con lo cual le suguirían quedando 6.000 euros para gastar cuando llegue a la estación espacial o bien guardarlos para, a su regreso a la Tierra, hacer frente a los gastos que pudiera tener o para lo que usted quiera, insisto, aquí el cliente manda".

Comenzaron así los sudores fríos al tiempo que el dolor de barriga se intesificaba, el interior se ponía en movimiento, agitado por movimientos sísmicos y erupción de volcanes y géisers.


2. El endeudamiento generalizado se ha convertido en un principio fundamental en nuestras sociedades opulentas que desborda el análisis meramente económico para definir los modos de vida habituales, es decir, nuestra cultura, en términos ideológicos. La deuda es el motor de la actividad económica: se trabaja para pagar la deuda, la hipoteca, el crédito, y se vive a merced de los cambios en los tipos de interés, las fluctuaciones, las subidas y bajadas que imponen las estrategias bancarias, los artefactos financieros de mala calidad que nos venden o simplemente una situación macroeconómica irracional. El capital bancario, a su vez, es deudor de nuestro salario depositado en las cuentas corrientes. Y es deudor también de otros capitales bancarios, que quién sabe de dónde salen.

Cuando echamos la vista atrás buscando una panorámica genealógica de los procesos de concentración y expansión del Capital, así con mayúscula, y nos remontamos al periodo estudiado por Marx (los siglos XVI-XIX, comienzo de la era de la expansión) vemos que el crecimiento acumulativo fue mayormente impuesto mediante la violencia imperial ultramarina (los genocidios nunca reconocidos en todos los continentes y el consiguiente saqueo) y la violencia contra el campesinado europeo forzado a abandonar sus tierras para incorporarse a la masa del proletariado urbano, al cual, como es bien sabido, se le explota a gusto. El Capital en manos privadas siempre se ha nutrido de la energía vital de todo cuanto caiga dentro de sus redes. Y sigue haciéndolo.

El Capital, no lo olvidemos, tiende a la entropía. La consigna es: "Si tienes dinero, tendrás más dinero; si no tienes dinero, no tendrás dinero". Así funciona el rollito.


3. Amy era la hija ilegítima del menor de los Rockefeller y, pese a no haber sido reconocida oficialmente por su padre, ocupaba un alto cargo directivo en la sección neoyorkina de Morgan Stanley, banco del cual la famosa familia es accionista mayoritaria. La había conocido en Harvard, años atrás, y quiso la casualidad que coincidiéramos una noche en una cena que Tony Palmer ofreció para recibir a una estrella del rock inglesa (juro que no recuerdo si era Mick Jagger o Elton John o algún otro de esos artistas equívocos que tanto le gustan a Tony) en su piso de Manhattan. Yo era en ese contexto un claro advenedizo que venía acompañando a James McDonald, mi superior en la oficina de Wall Street. De ahí la alegría de encontrarme con Amy después de tanto tiempo aquella noche en que todas las caras me resultaban desconocidas y un punto hostiles. No voy a aburrir a nadie contando de qué hablamos ni cómo fue que esa noche se fraguó una relación que habría de durar siete largos meses.

Una tarde de otoño, estaba con Amy en su apartamento de Long Island. Habíamos estado bebiendo Bourbon y esnifando cocaína y a mí me había dado por filosofar. Siempre me gustó la disertación erudita. En Harvard, Massachussets, cuando era estudiante de tercer año, incluso edité una revista de pensamiento jurídico y en torno a ella organizábamos charlas y coloquios sobre temas dispares. Pero con la que estaba cayendo en aquellos momentos yo sólo podía pensar en la "crisis". La intervención del estado en ayuda de las instituciones financieras con problemas suponía una clara contradicción de las teorías liberales en las cuales yo había creído siempre. Yo me crié con Friedman y Hayek y soy de los que sigue pensando que la intervención de Roosevelt en los años treinta, más que solucionar la crisis, contribuyó a agravarla. Bien es cierto que sin esa ayuda que ahora se destinaba nos íbamos a pique, o al menos tendríamos que hacer cambios estructurales de calado y grandes sacrificios a los que no nos sentíamos inclinados. Y hablo en plural porque yo, a pesar de ser un simple directivo que sólo posee discretos paquetes de acciones en algunas de las compañías afectadas, me siento una parte integrante de esa cultura de la libertad que tanto progreso ha traído a este sucio mundo y que la banca internacional representa mejor que nadie.

Le hablaba a Amy de la libertad, del viento y de las fuerzas de la naturaleza que se desatan, de la naturaleza humana que es capaz de desatar vientos más poderosos que aquellos que azotan el Golfo de México, del crecimiento de las mareas y del movimiento de capitales. ¿Qué ha fallado? le preguntaba a Amy, pero ella estaba absorta, preparando una tarta de chocolate. La libertad, seguía yo, ese bien supremo, está en nuestras manos, la libertad absoluta, esa utopía que el hombre persigue desde el comienzo de la humanidad, la libertad en forma de poder, igualada al poder, la libertad y el trabajo de conseguirla, el juicio racional, el cálculo, la estrategia... Sí, es cierto que la libertad impone una lucha en la que hay que mantener la cabeza fría, asumir los riesgos, ser implacable con el adversario, saber forjar alianzas y saber romperlas cuando la situación lo aconseje, ese vértigo incomparable del combate y la incertidumbre, sólo apto para los individuos más fuertes, la magia de los números, los experimentos y la alquimia del juego de valores, saber jugar a las cartas, intuir las reacciones a nivel mundial, saber que cada paso está sometido al escrutinio de la historia y saber que la historia es la historia de los ganadores.

La naturaleza humana es caótica y toda vida social se mantiene en equilibrios precarios. Sólo los fuertes saben imponer un orden, el orden de Apolo, en medio de la confusión y la congoja reinantes. (Amy jamás ha conocido esa congoja, pues tiene tanto dinero que hace siempre lo que le da la gana, como su amiga Paris Hilton. A decir verdad, yo tampoco sé qué es eso de la congoja, pero he leído mucho al respecto e intuyo que la congoja es lo que sienten los soldados que van a morir a la guerra). Escúchame, Amy: el ser humano es una bestial natural, un depredador omnívoro que guía sus pasos de acuerdo con el instinto de supervivencia y la voluntad de poder. Está dotado de una máquina perfecta de raciocinio, que es el cerebro, y está inspirado por una luz de la que nada sabe. En este mundo unos pocos se salvan, los más perecen en la ignominia. Nosotros, los nuestros, estamos llamados a triunfar y a traer la luz al mundo puesto que hemos sido colocados en la cúspide de la pirámide por la corriente de la historia. El orbe entero nos mira y las naciones se someten a nuestro criterio; el vulgo nos imita o perece: los que no entienden el significado de la verdadera libertad están condenados a la ruina y a la barbarie. Somo capitanes de navío en el océano del tiempo, como aquellos antepasados que abrieron las nuevas rutas comerciales, aquellos hombres valientes y duros que enfrentaron mil peligros y supieron someter a los más abyectos pueblos paganos, llevando el orden del número, la justa medida, el principio del progreso a los más remotos confines. Queda mucho por hacer, Amy, amor mío, y ahora estamos en tiempo de contracción, la marea está bajando afuera, en la playa, y el capital que el estado nos insufla en estos tiempos anuncia una nueva ola de inversiones, una nueva crecida, aún mayor, en concordancia con el aumento del nivel de las aguas del deshielo: quien quede por debajo de los límites que hemos de imponer perecerá ahogado, es la ley natural. Impondremos unos límites, seremos despiadados en aras de un progreso mayor, el mundo ya se unifica en torno a nuestro concepto y la luz de nuestra belleza, el brillo inigualable de nuestra potencia, cegará a los herejes y causará maravilla y pavor.

Amy había acabado de preparar la tarta y me miraba, en pie. Estaba desnuda de cintura para abajo. No se había molestado en vestirse después de que hubiéramos terminado de hacer el amor. Todo estaba en desorden en su apartamento y ya atardecía. En el atardecer las ideas a veces se tornan sombrías, la luz decrece y el ánimo ha de bregar para entrar con buen pie en la noche. Amy, mi dulce Amy, niña descarriada con cuatro masters en publicidad, dime qué es lo que quieres, dime qué puedo hacer por ti, dime cuáles son tus apetencias, ay, mi bien, aún no sé quién eres del todo, qué es aquello que guía tus pasiones, qué es aquello que te hace sentir bien. Ella me miraba sin decir nada, burlona. De improviso, esbozando una sonrisa, me dijo:

Do you know what I like the most?

Cake fart.

http://www.cakefarts.com/

lunes, 17 de noviembre de 2008

Más de lo mismo

¿Qué ha salido del asadero que el G 20 ha celebrado en la cumbre?

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=76075


Mientras tanto, por aquí y por allá, los despidos avanzan, los conflictos continúan.