¿Pero, a qué se refieren cuando hablan de "las libertades"? ¿Qué quieren decir cuando, abriendo mucho la boca y enseñando los colmillos amarillentos proclaman: "Freedom, aaaarrrrgh!!!"?
Esto me trae a la memoria el célebre tratado de Graham de la Cruz titulado "Infancia y bestialismo: una aproximación fenomenológica" publicado en los años setenta por Akal. Aun siendo enemigo acérrimo de citas y transcripciones, no puedo dejar de copiar un pasaje que siempre me ha parecido esclarecedor:
Hay una tendencia a idealizar la infancia que pasa por alto el hecho incontrovertible de que el niño no tiene conciencia del límite y, por consiguiente, tampoco tiene plena conciencia del Otro. Baste pensar en las veces en que todos y cada uno de nosotros hemos sido arrollados por marabuntas de niños enloquecidos que juegan sin pensar que hay más personas en el entorno. ¿Quién no ha recibido en alguna ocasión un fuerte balonazo en la cabeza mientras descansa en el banco de un parque, víctima de la pasión lúdica de los infantes alborotados? ¿Quién, de los que yacen en la arena blanca de la playa, no ha sido pisoteado por manadas de niños que corren y levantan polvo en suspensión que va a dar infaliblemente a los ojos? (...)
No hacemos aquí apología alguna de la represión. Sólo constatamos hechos. Del mismo modo, es seguro que si al niño se le ofrecen golosinas, el niño comerá golosinas hasta enfermar. "Niño: ¿quieres chocolate?" Y el niño comerá chocolate. "¿Quieres más chocolate, niño?" Y el niño comerá más chocolate. "Come un poco más de chocolate, está bueno ¿eh?" Y el niño se pondrá cerdo sin pensárselo dos veces. Y después, por supuesto, sufrirá los cólicos y las cagaleras, pero si otro día, un adulto le dice: "Tengo chocolate, chocolate blanco, muy rico, ¿quieres?", el niño volverá a atiborrarse. Como resultado tendremos a un infante obeso, víctima de sus instintos y de la natural tendencia al placer que caracteriza a todos los animales. Porque el chocolate, cuyo componente esencial no es, contrariamente a lo que se cree, el cacao, sino el azúcar, produce un intenso placer que se transmite al hipotálamo desde las papilas gustativas de manera inmediata y crea un poso de recuerdo que permanecerá para siempre. Así, ante las nuevas tentaciones de más chocolate, siempre primará el recuerdo del placer sobre el de la cagalera, puesto que es igualmente cierto que el humano tiende a olvidar las cosas desagradables.
Así, cuando nos hablan de la libertad, o también de la "libertaz", nos están hablando esencialmente de poder correr y pisotear a quien nos dé la gana, poder embostarnos de chocolate, pastillas de goma, nubes, caramelos, regaliz rojo relleno de sabo, donuts de cerdo y hamburguesas de vaca loca, todo ello sin pensar para nada en las consecuencias. Como los niños, estamos libres de culpa y seguimos nuestros instintos. Eso es para ellos la democracia: freedom to choose. Y mientras, ellos espolvorean con edulcorante publicitario toda suerte de mercancías que resultan una cuidada síntesis opiácea de azúcar y excremento, prometiéndonos la felicidad inmediata, la dicha instantánea y el placer a bajo precio. Todo bajo un manto maternal que garantiza nuestra total inocencia.
4 comentarios:
pues a mí me parece que comer todo lo que quieras está de puta madre.
yo estoy también de acuerdo, no tener libertad sería no poder elegir entre varias cosas distintas, a todos los niveles. si te empachas de chocolate problema tuyo. no son cosas filosóficas, sino tener un poquito los pies en la tierra. a los niños se les supervisa el chocolate y punto.
Pero bu�... los ni�os no son tan idiotas como parece. Adem�s: �cu�ntos ni�os en el mundo pueden comer chocolate hasta vomitar?
Un abrazo
Fernando
Pero bueno... los ninios no son tan idiotas como parece. Ademas: cuantos ninios en el mundo pueden comer chocolate hasta vomitar? Entonces hay que poner la mirada en los que nada saben del hipotalamo reificado.
�Que pasa q las enies y las tildes no salen?
Un abrazooo Manute!
Fernando
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