viernes, 27 de junio de 2008

Qué hacer: instrucciones para niños bien

El axioma fundamental para aquellos niños bien que, por romanticismo o por simple buen criterio , quieran adherirse a la Revolución, es que deben, ante todo, romper sus prejuicios de clase.

Los prejuicios de clase están presentes siempre, lo quieran o no los niños bien. El primer prejuicio de clase es pensar que no somos niños bien y que no tenemos prejuicios de clase, sino que somos guays, jipis, enrollados, concienciados, etc. Algunos niños bien, sobre todo los más inteligentes, sufren en la vida contemporánea y ello les hace creer que con ello están libres de la carga ideológica que han acumulado a lo largo del tiempo. Esa carga es (adulterando un poco el concepto de Bordieu) el "capital cultural", relacionado estrechamente con el capital económico de papá y mamá del que disponen para comprarse ropas jipis, música indie, novelas de calidad, entradas para el cine de autor, para el teatro, para conciertos de violinistas extraordinarios y cosas así, buenas, bonitas y no siempre baratas.

El segundo prejuicio es el resultado de identificarse con todas esas cosas tan fantásticas y pensar que uno ha adquirido un criterio definitivo: "Sabemos lo que es bueno". Nos lo han dicho personas con autoridad y buen juicio, lo hemos comprobado deleitándonos personalmente, hemos educado nuestra sensibilidad para apreciar lo bueno. Entonces vamos un día por la calle y suena atronador desde un coche tuneado todo guapo el escalofriante reggaetón "Rompe-condones" by Magnate & Bambino, Factoría: Dime qué tú tienes entre las piernotas/ Yo rompo condones como cosa loca/ En lugar de una pellotita tienes una pellota/Vete al carajo y mámame la tota . Sobre la marcha el niño bien se siente mal, se siente atacado, y piensa de manera más o menos explícita: puto hortera. Es difícil aseverarlo con pretensión científica, pero en este momento es muy probable que el rechazo que se siente contenga una importante dosis de prejuicio de clase.

El tercer prejuicio de clase hunde sus raíces en el miedo del rico a que le roben sus cosas. En este sentido, el niño bien por lo general evita meterse en barrios chungos. El niño bien evita la pobreza y se siente inseguro cuando se encuentra solo entre otros que son más pobres que él. Lleva toda la vida oyéndolo en la tele o en las películas o de boca de sus padres: ten cuidado con la chusma. Por lo cual, como decimos, no se mete en la boca del lobo para el hombre, a menos que vaya buscando jachi. Cuando uno va buscando jachi, da igual donde se meta porque el vicio puede con todo y es entonces cuando más se acerca el niño bien de verdad a la actitud más correcta desde el punto de vista revolucionario: la coexistencia y el trato con el proletariado de barrio o con el lumpenproletariado jacoso de igual a igual: unidos por el vicio, que desde luego no es lo mejor, pero al menos ya es algo en común.

El niño bien debe aprender a sentirse bien entre las clases bajas, gritonas y horteras, y mal entre las clases altas y refinadas. Desde luego, esto le parece una herejía total al niño bien, que a lo largo de los años ha ido cultivándose y "sabe lo que es bueno" y por eso sabe que lo bueno no es el reggaetón: lo bueno es el jaaaaaazzzzz. Y el diseño y la música clásica y los Beatles y la ropa cómoda y bonita y el ecologismo y el buen rollito y la camiseta del Che y los rollitos de primavera y la cocina vegetariana y todo lo étnico y lo moderniqui, la world music, los documentales de Michael Moore, el Pesoe o Izquierdaunida, las oenegés, los libritos, las exposiciones... la "cultura", en definitiva.

Las clases bajas viven por lo general en la periferia, en los barrios chungos. Es cierto que en los barrios chungos abunda la violencia y el crimen, o por lo menos eso dicen las noticias. La mayoría de los niños bien han tenido encontronazos con los niños mal, es decir, con los mataos, en algún momento de la infancia. Es posible que hayan sido asaltados por grupos de mataos con o sin navaja, quizás un poco mayores, o yonquis o gitanos o moros o cualquier grupo excluido con el cual se asocie a la delincuencia en las distintas ciudades del mundo opulento. La experiencia puede haber sido traumática. Sin embargo eso no justifica que ese terror infantil se enquiste y permanezca en la edad adulta, dado que, provistos de razón y sobradamente alfabetizados y alimentados, los niños bien son capaces de analizar la problemática social que anida en los barrios chungos. Y en los barrios chungos se escucha reggaetón, qué le vamos a hacer.

Decía Graham de la Cruz que ser de izquierda no es ser más inteligente que nadie, más bien al contrario. Es creer que da igual que no seamos iguales: no somos mejores que nadie y, en muchos casos, somos peores que la mayoría, pero todo eso no es importante para la Revolución.
Lo que hay que hacer es irse con El Capital bajo el sobaco a convivir con los mataos. Y ver qué pasa.












domingo, 22 de junio de 2008

Directiva: Europa o la Cristiandad

Novalis queda ya muy lejos, casi perdido atrás en la adolescencia. La Europa que se dibuja apresuradamente ante nuestra apatía vuelve a instalar su red de Konzentrationslager y se erige sobre el estado de excepción que exigen estos tiempos tan movidos, en los que "todo lo sólido se desvanece en el aire" y se instaura la cacareada modernidad líquida, feudal y tecnológica. ¿Exageración? ¿Catastrofismo? Eso afirmarían, sin duda, los miembros del entramado político-empresarial que acaban de aprobar la "directiva de la vergüenza" con la cual se priva de derechos humanos fundamentales a los emigrantes sin papeles, los refugiados políticos del hambre, los exiliados. Empleo una retórica grandilocuente, casi decimonónica, ¿no es cierto? "Derechos humanos, hambre, exilio..." Estas palabras suenan líricas y por tanto vacías en nuestra vieja Europa nihilista, donde términos así resultan etéreos, carentes de cuerpo, olvidados (pero bonitos, decorativos, con un regusto retro que los sigue haciendo fashion entre los progres). Palabras sin cuerpo. Y sin embargo hay cuerpos sobre los que caerán las palabras de la directiva, cuerpos de carne y hueso, retenidos durante dieciocho meses antes de proceder a la repatriación con una patada en el culo, por negros. Por la cara, por la cara de negro. Por no tener "los papeles": papelas de cocaína son las que circulan por las instituciones europeas, dominadas por la derecha cristiano-demócrata y los yuppies "socialistas" (el PSOE ha votado a favor de la directiva, con el voto en contra de Borrell y otros dos desertores del bochorno). Europa, la Unión Europea, representa (ahora empezamos a verlo) un creciente déficit democrático para la ciudadanía. La naciones europeas pierden soberanía en asuntos que nos afectan a todos, mientras que nosotros no tenemos poder de decisión (vagamente de voto) sobre asuntos esenciales que se deciden en Bruselas. Los conglomerados económicos y sus lobbies cortan el bacalao muy a gusto en Bruselas. Hay opíparas cenas cada noche en Bruselas. En Bruselas se llega a grandes acuerdos, acuerdos sustanciosos, brindando con vino de Burdeos, entre risas y rayas de farlopa, fraternalmente, empresarios y políticos, hermanos, amigos para siempre you can always be my friend, se solazan al llegar a acuerdos decisivos como la ampliación de la semana laboral hasta llegar a 78 horas ("sólo en algunos casos", matiza el diario de izquierda revolucionaria que se hace llamar El País), sin embargo a grandes rasgos, la cosa quedará en subir a 60 horas semanales, de las 48 que hoy permiten los convenios. Hace apenas diez años se hablaba de reducir la semana laboral a 35 horas, menuda ridiculez. 60 horas semanales está muy bien, hombre. A mí me parece bien trabajar 60 horas semanales. Trabajando seis días a la semana, son 10 horitas diarias. Tranquilito. A gusto. Por ochocientos euros al mes. También es posible trabajar 78 horas semanales que son trece horitas diarias de lunes a sábado, ahí, en plan suave. Como el que no quiere la cosa, tú te pones ahí, pum, pum, pum, pum, y sin que te des ni cuenta, ya se te han pasado las trece horitas. Luego te vas a tu casa, te inflas a vino, le pegas a tu mujer y te vas a dormir a gusto. Una vida de puta madre, porque, eso sí, la pantalla de plasma no te la quita nadie, ni el domingo pasado (que libraste) jugando toda la tarde con la Play a Grand Theft Auto IV, que está guapísimo. ¡Qué pesado con la Play! Volvemos poco a poco a los horarios del siglo XIX, cuando los obreros trabajaban 18 horitas diarias, muy a gusto, y vivían súper a gusto embrutecidos sin comerse el tarro con boberías como las que ahora escribo. Eso sí, entonces no había tele de plasma, ni tampoco había Play, con lo cual podemos concluir que por mucho que se amplíe el horario laboral, ahora estamos infinitamente mejor que entonces.

Moralista, moralista, moralista, me gritan desde Bruselas. No adelantes acontecimientos, demagogo, me dicen, las cosas no son exactamente así. Por suerte no son así todavía pero ya son así en perspectiva, en normativa, en directiva, lo cual es suficientemente alarmante.

Pero nosotros, ah, nosotros... a nosotros sólo nos interesa la diversión happiness y el entretenimiento Unterhaltung. Ayer, durante la tanda de penaltis del partido España-Italia, un nutrido grupo de emigrantes negritos del África tropical, que antiguamente cultivando cantaban la canción del colacao, entraron "en avalancha" (El País dixit) por el paso fronterizo de Melilla, por segunda vez en veinticuatro horas: hay que ver lo pesados y lo ruines que son, aprovechando el máximo momento de furor patrio, cuando la guardia civil está apostada en su caseta, mirando el televisor, en vilo con el resto del país, con el corazón en un puño porque el equipo al fin puede romper el maleficio y vencer a la infausta squadra azzurra por primera vez en la historia, justo en este momento de infinita tensión espiritual y unidad de destino en lo universal, aprovechan los zarrapastrosos estos para intentar colarse por el flanco lateral de la portería. No respetan nada los muy sinvergüenzas. Pero Iker Casillas estaba ahí para pararlos con ayuda de la benemérita, y así ha sido: se ha roto el maleficio, España ha pasado a semifinales y los negritos no. Los negritos han caído eliminados y España está arriba. Eso es lo que cuenta. Ahora queda por delante la Rusia de Putin, los rusos, los malos. No hay temor: el mister Luis Aragonés conoce bien a los de Putin, y la roja ya ha vencido una vez a los antiguos rojos en este campeonato. Esta vez España llegará a lo más alto, ya lo veremos. Podemos. Yes, we can. Obama está con la roja. Viva el Rey (qué lindo el Rey celebrando la victoria de la selección, borrachín perdido).

Unterhaltung, coño, Unterhaltung. Déjate de rollos ya con los negros, que parece que no te has enterado de que España ha pasado a semifinales. El mundo está muy mal, ya lo sé, déjame en paz, no se puede hacer nada, amargado, disfruta de la selección y no la comas tanto, paliza. En Europa nos gusta la diversión y la lobotomía. Los cristianos y los socialistas europeos lanzan normativas socialistas y cristianas que nos harán muy felices a todos. Trece horitas diarias. Los negritos, los moritos, ni uno más ni uno menos, todos limpitos, identificados y con sus trabajitos basura, tan contentos. Y en España, además, tenemos los toros y los cojones de José Tomás. ¿Qué más se puede pedir? Hazte tu lobotomía en Corporación Dermoestética y disfruta de la vida, de la selección, de los toros, de la pantalla de plasma, de Grand Theft Auto IV. Y si la cosa se pone fea de verdad, preferible que nos pille durmiendo, que mañana hay que trabajar trece horitas y es mejor ir descansado.


viernes, 6 de junio de 2008

El negro 2


Este es el hombre en cuestión. "Nunca un negro ha asistido a una reunión de líderes del G8 o a una cumbre de la OTAN, por mencionar sólo algunos ejemplos del desafío que se presenta". Ese era el tono que se usaba en la primera página del diario de extrema izquierda El País en su edición de ayer. Se acerca la Revolución. La Historia está a punto de pronunciarse. This is the man.
Hope: la palabra más repetida. Este hombre, ahí donde ustedes lo ven con su turbante, va a cambiar el curso de los acontecimientos, va a emprender de manera categórica políticas de justicia social universal, va a terminar con el historial de intervencionismo económico y militar estadounidense, va a levantar el bloqueo a Cuba, va a dialogar con todo el mundo, va a conseguir la Paz en Oriente Próximo, va a destinar los fondos de la FED a combatir el hambre de África, va a regenerar, él mismo con sus propias manos, el agujero de la capa de ozono como el cirujano que reconstruye un himen, va a expulsar, él solo, a todos los mercaderes que hacen su agosto en el templo y nos va a colocar por fin a las puertas del comunismo libertario, a las puertas de la democracia directa y real. No está nada mal. Yo lo tengo claro. Yo le votaría a él. ¿Tú a quién votarías? Yo a él, lo tengo clarísimo.
Lleva el turbante y el báculo de la autoridad somalí. Su mirada revela el sueño de Martin Luther King. Su sonrisa recuerda a la de Gandhi. La camisa roja es un claro guiño al socialismo de Chávez. Deja de leer por un momento y vuelve a la foto. ¿Has visto lo bien que le queda el turbante? Le queda muy bien ese turbante. Ese turbante me impresiona. Debemos tener muy en cuenta el turbante. En la batalla de los símbolos, ese turbante tiene mucho que decir. Porque de lo que se trata aquí es de los símbolos, de eso no cabe duda.
Y de los símbolos podemos pasar fácilmente a la semiótica. Hay quien afirma que este hombre ha llegado donde ha llegado no por ser negro, sino, precisamente, por no serlo. Digamos que es lo más negro que puede llegar a ser un aspirante a la presidencia de USA, pero eso no dice nada en favor de su negritud. El aspirante demócrata, bien mirado, no es muy negro, a pesar de ese turbante. Sus rasgos son muy soft, de otro modo jamás hubiera podido postularse como candidato. La mayoría blanca no votaría a un negro azabache salido de un gueto, por muy inteligente y preparado que este fuera. Incluso Bill Cosby, que era un prototipo de negro civilizado, que vivía en un lujoso caserón con su familia, que era médico y que hacía reir a los blancos haciendo de negro bueno, era más negro que nuestro aspirante. Ciertamente, el candidato demócrata es bastante blanco. Su madre era blanca, pero el énfasis mediático está en lo negro que es. Nos quieren convencer de lo negro que es, para convencernos de que USA, que hasta hace un par de décadas aún mantenía leyes racistas en vigor, que aún hoy cuenta con un millón de negros en las cárceles (la mayor comunidad de presidiarios es negra) y donde la segregación racial existe de facto, es un país que ha superado el racismo y puede así renovar su liderazgo en un orden global en el que los blancos, como sabemos, son minoría. Visto de este modo, el aspirante demócrata vendría a ser el Michael Jackson de la política.
Por otra parte, que sea negro (que no lo es) tampoco significa nada. Miren ahí a Condoleeza. Es muy negra y es chunguísima. Miren al malogrado Colin Powel. Era negro y ahí estaba, matando a gusto en Irak con sus amigos del partido. La idea de incluir a negros en los círculos del poder político estadounidense se viene fraguando desde hace tiempo y obedece a criterios simbólicos, dada la total estetización de la política que sufrimos hoy en día. No dice nada del ascenso al poder de las masas de negros segregados. No indica el menor implemento de democracia. Es la renovación del American Dream, ni más ni menos: una nueva zanahoria (un poco más oscura) colgando del palo. "Cualquiera puede llegar a lo más alto, si tiene fe y se esfuerza". Llevamos oyéndolo desde siempre, y eso es lo que nos viene a decir tanta fanfarria mediática una vez más.
Lo cierto es que si el aspirante demócrata fuera realmente subversivo lo matarían. Nunca han dejado de matar a los líderes conflictivos. Martin Luther King era negro y lo mataron. Malcolm X era muy negro, comunista y muy subversivo y lo mataron. Kennedy no era negro y desde luego no nos parece que fuera muy subversivo, pero también lo mataron. Y a su hermanito también, y tampoco era negro. Si hubiera una posibilidad de cambio real, una esperanza que hiciera temer algo a las élites de la industria pesada, los magnates petroleros, los fondos de pensiones, las aseguradoras, los señores de la guerra WASP y todo ese conglomerado de corporaciones fascistas, está claro que al negrito bueno se lo cargarían sin pestañear. Por eso creemos que toda esta parafernalia tiene un carácter más simbólico que otra cosa. Una nueva estética, un look moderno y atrevido, que permita que todo siga en su sitio.

O quizás me equivoque.

Pero, ¿y ella? ¿Qué pasa con ella?

Ella todavía tiene mucho que decir: